MSC. ING. Ricardo Oviedo Sarmiento INGENIERO ESTRUCTURAL

 

 

 

 

REPASO DE LAS TENDENCIAS EN LA REDUCCIÓN DE LOS DESASTRES EN LAS AMÉRICAS

 

 

 

Preparado por la Secretaría de la Estrategia Internacional
para la Reducción de los Desastres (EIRD)

www.eird.org, www.unisdr.org

 

 

Conferencia Hemisférica sobre Reducción de los Desastres

San José, Costa Rica – 4-6 de diciembre de 2001

 

 

 

 

 

 

Contenido

 

A.       Introducción............................................................................................................................................ 3

 

I.        Actores regionales............................................................................................................................ 4

II.       Esbozo de algunos desastres recientes de gran magnitud en el hemisferio............................ 6

1.        Huracanes..................................................................................................................................... 6

2.        Variabilidad climática................................................................................................................... 6

3.        Inundaciones................................................................................................................................ 7

4.        Aludes de tierra y lodo................................................................................................................ 7

5.        Terremotos.................................................................................................................................... 7

6.        Sequía............................................................................................................................................ 7

7.        Incendios forestales y neblina atmosférica.............................................................................. 7

8.        Otros fenómenos en apariencia menores................................................................................. 8

III.           Algunas cifras sobre la vulnerabilidad..................................................................................... 8

 

B.       Actividades, logros y tendencias y retos futuros............................................................................. 9

 

 

 

I.        Países andinos................................................................................................................................... 9

1.        Actividades y logros................................................................................................................... 9

2.        Retos futuros.............................................................................................................................. 11

II.       El Caribe............................................................................................................................................ 12

1.        Actividades y logros................................................................................................................. 12

2.        Retos futuros.............................................................................................................................. 15

III.           América Central.......................................................................................................................... 15

1.        Actividades y logros................................................................................................................. 15

2.        Retos futuros.............................................................................................................................. 20

IV.           Cono Sur y Brasil....................................................................................................................... 21

1.        Actividades y logros................................................................................................................. 21

2.        Retos futuros.............................................................................................................................. 23

V.       América del Norte............................................................................................................................ 23

1.        Actividades y logros................................................................................................................. 23

2.        Retos futuros.............................................................................................................................. 28

VI.           Conclusiones – tendencias actuales y retos para el futuro................................................. 30

1.        Tendencias actuales.................................................................................................................. 30

2.        Retos para el futuro................................................................................................................... 30


 

 

 

Introducción

Es paradójico que, en un momento en que se está realizando un esfuerzo tan extraordinario para elevar la sofisticación, la seguridad y el confort de nuestras sociedades, está de hecho creciendo nuestra vulnerabilidad a las amenazas naturales.

La exposición a los riesgos asociados a las amenazas naturales se ve magnificada por los elevados niveles de vulnerabilidad social y humana en todo el hemisferio, aunque en mucho menor grado en la mayor parte de Estados Unidos y Canadá. La mala calidad de las viviendas, la ubicación inapropiada y el uso de materiales deficientes en la construcción de instalaciones claves, la debilidad de las organizaciones locales, la falta de medidas de protección social, el acceso inadecuado a los servicios de educación y salud—éstas y otras condiciones desfavorables están todas asociadas a la pobreza o la distribución desigual de la riqueza o de las oportunidades.  La creciente concentración de la población, la migración de muchos para vivir y trabajar en zonas de mayor riesgo por las amenazas naturales, la creciente demanda de recursos naturales a menudo provenientes de frágiles ecosistemas, y las consecuencias del cambio climático—todo esto contribuye a la probabilidad de cada vez más frecuentes y posiblemente más intensos desastres naturales, ambientales y tecnológicos. Los peligros que ocurren en forma natural se ven complementados por fenómenos socionaturales vinculados a procesos de deterioro ambiental y mal manejo de la tierra. Esto es válido dentro de los países, entre estos, al nivel regional, y en el plano internacional.

Todo compromiso sostenido para reducir el riesgo debe, por tanto, considerarse en el contexto de los procesos del desarrollo y los indicadores del bienestar humano.

En la Tercera Cumbre de las Américas (Ciudad Quebec, 2001), los jefes de estado declararon:

 “Nos comprometemos a fortalecer la cooperación hemisférica y las capacidades nacionales para desarrollar un enfoque más integrado en el manejo de desastres naturales. Continuaremos implementando políticas que mejoren nuestra capacidad para prevenir, mitigar y atender las consecuencias de los desastres naturales. Acordamos estudiar medidas que faciliten el acceso oportuno a recursos financieros para atender las necesidades de emergencia.”

Un viraje importante se está dando actualmente en la región, con un mayor énfasis en la reducción integral del riesgo y la vulnerabilidad.  El reconocimiento de que los desastres, el desarrollo y el ambiente están estrechamente vinculados, y una creciente conciencia de la amplia gama de eventos destructivos que pueden ocurrir, ha hecho que se ponga mayor atención a la reducción del riesgo.  No obstante, este viraje aún no se ha institucionalizado ni convertido en una praxis confiable. 

También está emergiendo como una tendencia el prestar mayor atención a los requerimientos al nivel comunitario, con miras a mejorar los preparativos para los desastres y la gestión de riesgos.

Esto es de especial relevancia a la luz del actual repaso de los logros en la ejecución del Programa 21, adoptado en la Cumbre de la Tierra que se celebró en Río de Janeiro en 1992. Este repaso decenal culminará con la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Sostenible (CMDS) que se celebrará en Johannesburgo, Sudáfrica, en septiembre de 2002. [1]   La Plataforma de Acción de Río de Janeiro hacia Johannesburgo 2002. adoptada por los ministros del Ambiente y otros altos funcionarios gubernamentales de América Latina y el Caribe congregados en Río en octubre de 2001 para la Conferencia Preparatoria Regional para la CMDS, destaca la necesidad de fomentar acciones orientadas a reducir la vulnerabilidad a los desastres y promover una cultura de prevención por medio de procesos educativos, una mejor difusión de la información, y sistemas de alerta temprana.

Seguirá habiendo necesidad de preparativos y servicios especializados para responder a las emergencias cuando ocurran. Sin embargo, los gastos en socorro para contingencias, o incluso para fomentar una capacidad especializada en defensa civil, solo se justifican si al menos la misma cantidad de recursos se invierte en la protección de los recursos y en el desarrollo duradero de capacidad para resistir las amenazas naturales. Muchos países de las Américas están considerando cambios institucionales que reflejen la necesidad de integrar la capacidad de respuesta con la de reducción del riesgo y la vulnerabilidad..

El transferir recursos y dar mayor énfasis a la reducción del riesgo y la vulnerabilidad es un esfuerzo continuo, que seguirá evolucionando conforme cambian las circunstancias, emergen nuevas generaciones, y crecen las sociedades. Demanda un compromiso duradero por parte de funcionarios, profesionales y miembros de comunidades locales, con base en nuevas formas de concienciación y de alianzas y colaboraciones interdisciplinarias e intersectoriales.  Las redes institucionales para compartir experiencias, concentrarse en necesidades específicas y difundir información al público más amplio posible son las herramientas organizativas esenciales para la reducción de los desastres en el Siglo XXI.  La Estrategia Internacional para la Reducción de los Desastres (EIRD) fue adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas como la sucesora del Decenio Internacional para la Reducción de los desastres Naturales (1990-1999), con el fin de perseguir estos objetivos a escala mundial al proporcionar un marco estratégico global para su implementación por parte de los países, las regiones, los organismos de las Naciones Unidas y la sociedad civil. La EIRD se encuentra ahora en un proceso de consolidación, con una base más permanente dentro de la ONU, demostrando el mayor compromiso de la comunidad internacional por responder a los desafíos fururos en este campo.

Una de las tareas claves de la Secretaría de la EIRD es llevar a cabo una revisión periódica de las tendencias y desafíos mundiales en la reducción de los desastres. El primer informe al respecto se publicará durante el primer trimestre de 2002. Los párrafos que siguen se fundamentan en la información brindada por los países, las instituciones regionales como CEPREDENAC, CDERA y PREANDINO/CAF, los organismos de las Naciones Unidas y otras entidades y expertos como contribución a este repaso a escala mundial.

Actores regionales

Motivado por varios desastres severos en los últimos decenios, así como por los esfuerzos promocionales llevados a cabo la década pasada en el marco del DIRDN, el hemisferio ha llegado a desarrollar una comprensión relativamente avanzada de la reducción del riesgo, como resultado de investigaciones sociales, el amplio intercambio de experiencias prácticas, y las cada vez más frecuentes oportunidades de participación para una gama creciente de intereses profesionales.  Sin embargo, estos conceptos o enfoques no siempre los comparten las autoridades oficialmente encargadas de la gestión de los desastres y las acciones de respuesta.

La presencia y el sostenido apoyo de organizaciones internacionales o bilaterales, intergubernamentales o no gubernamentales, han facilitado un compromiso más profundo con el desarrollo de capacidad institucional para mejorar la comprensión y la práctica de la reducción del riesgo.  Los esfuerzos interdisciplinarios y sinérgicos por parte de entidades como la Organización Panamericana de la Salud (OPS/OMS), la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y la Media Luna Roja (FICR), la Oficina para la Ayuda Externa en Desastres de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (OFDA/USAID) y, más recientemente, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y UNICEF, han resultado cruciales, al proporcionar cooperación técnica, capacitación y concienciación, a menudo ligadas a líneas programáticas estratégicas y al fortalecimiento institucional. Otras entidades—incluyendo a la Organización de Estados Americanos (OEA),  La Red de Estudios Sociales para la Prevención de los Desastres en América Latina (LA RED), numerosas organizaciones no gubernamentales y diversas iniciativas académicas—han fomentado cambios de actitud y el desarrollo de una nueva comprensión y nuevas capacidades dirigidas a reducir la vulnerabilidad.

Más recientemente, instituciones como el Programa de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente (PNUMA), con su Programa Ambiental Caribeño (CEP), la Comisión Centroamericana sobre Ambiente y Desarrollo (CCAD), la Unión Mundial para la Naturaleza (UICN), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la Corporación Andina de Fomento (CAF), el Banco Caribeño de Desarrollo y el Banco Mundial han dado cada vez mayor énfasis a la relación entre los desastres y el deterioro o mal manejo ambiental. 

El cambio climático, entretanto, ha impulsado a la Organización Meteorológica Mundial (OMM) y otros organismos a trascender la investigación científica y técnica para sacar provecho de la información existente con el fin de establecer sistemas de alerta temprana y fortalecer la reducción del riesgo en el plano institucional. En este campo, la Administración Oceanográfica y Atmosférica Nacional de Estados Unidos (NOAA) ha establecido el Foro sobre el Panorama Climático, el cual congrega a meteorólogos, pronosticadores y administradores de desastres en un intento por integrar el uso de los pronósticos climáticos en la gestión de los desastres, la agricultura y la salud en las diversas subregiones.

La importancia de un acceso lo más amplio posible a la información, gracias a su rápido y fácil procesamiento y distribución, es fundamental para el fomento eficaz de la reducción del riesgo, tanto en términos analíticos como prácticos. Cada vez crece más el volumen de información disponible en forma electrónica por medio de los sitios Web de muchas instituciones dedicadas al tema del riesgo y los desastres, incluyendo las de América Latina y el Caribe.  La fuente más exhaustiva en la zona es el Centro Regional de Información sobre Desastres (CRID) [2] , con sede en Costa Rica.  Basado en una iniciativa de la OPS que se remonta a 1990, el CRID recibe el apoyo de importantes organizaciones [3]   y cuenta con un sólido patrocinio, sobre todo de la OPS y la Secretaría de la EIRD. Este centro ofrece información y documentación en línea, así como para consulta directa en sus oficinas, sobre numerosas facetas del tema de los desastres, tanto en inglés como en español.  También se han desarrollado muchos otros recursos de información sobre la reducción de los desastres en la región; se puede acceder a la mayoría desde el sitio del CRID, y algunos se identifican en las páginas siguientes.  La OPS también desempeñó un papel pionero en el uso vigoroso de Internet a lo largo del último decenio para transmitir información y proporcionar capacitación, abriendo la senda para la mayoría de los principales actores de la zona en el campo de la reducción de los desastres.

La Comisión Económica de las Naciones Unidas para América Latina y el Caribe (CEPAL) colabora con otras agencias de la ONU para mejorar la metodología de evaluación de los daños provocados por los desastres, con el fin de promover la inversión en reducción de desastres durante las etapas de recuperación en América Latina y el Caribe. [4]

Los temas de muchas convenciones ambientales de las Naciones Unidas son de gran importancia para la región, aunque rara vez se vinculan explícitamente con la “reducción de los desastres” en su definición tradicional, ni con la comunidad que la practica.  Tal es el caso de los problemas de la sequía y desertificación, la biodiversidad, los humedales y el cambio climático mundial.  Esencialmente, estas preocupaciones nos remiten a la problemática del riesgo y los desastres, y la sinergia entre estos dos temas es motivo de creciente preocupación en la región. Los cambios potenciales en los patrones de precipitación, la mayor frecuencia y fuerza de los huracanes, la pérdida de resistencia ecológica y de protección de los ecosistemas naturales, el alza en el nivel del mar, la degradación de las costas y la pérdida de los manglares presagian nuevas condiciones de riesgo en el futuro, así como la necesidad de nuevos esquemas adaptables de mitigación y prevención que se implementen de manera incremental.

Esbozo de algunos desastres recientes de gran magnitud en el hemisferio

A continuación, un rápido esbozo de algunos de los desastres más recientes y destructivos de las Américas.

Huracanes

Primero Georges, luego Mitch (1998), acompañados por niveles extraordinarios de precipitación, dañaron el 70% de la infraestructura en Nicaragua y Honduras y devastaron las economías de todos los países de América Central, los cuales todavía luchan por recuperarse plenamente.  Estos huracanes, que llegaron pisándole los talones al enorme impacto de El Niño en 1997, hicieron que las instituciones financieras internacionales como el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) tomaran conciencia de la importancia de los desastres naturales.  En noviembre de 2001, el huracán Michelle barrió por el Caribe, en particular Cuba, y las pérdidas habrían sido mucho mayores si no se hubiese evacuado a muchas personas antes de que la tormenta tocara tierra.

Variabilidad climática

El advenimiento sucesivo de El Niño y La Niña en 1997 y 1998 constituyó el ejemplo más severo de este fenómeno climático cíclico en todo el Siglo XX. Las desviaciones del clima normal tuvieron severos costos económicos a lo largo del hemisferio y en todo el mundo, en áreas como la agricultura, la pesca, inclusive el turismo. Estos eventos también provocaron severas inundaciones en algunas zonas de las Américas, agobiantes sequías en otras, y numerosos incendios forestales.  De lo que podemos estar seguros es que El Niño volverá.

Inundaciones

En México, las inundaciones provocadas por huracanes en 1999 fueron las peores desde 1600, dejando sin techo a casi 300.000 personas. Canadá y Estados Unidos también han sufrido inundaciones récord en los últimos años, provocando un replanteamiento de los procedimientos para la protección civil y agrícola y una revisión de la utilidad de las barreras estructurales.

Aludes de tierra y lodo

En 1998, la extraordinaria precipitación ocasionada por el huracán Mitch provocó un desprendimiento de tierras en el volcán Casita de Nicaragua. El alud, de 18 Km de largo y 3 Km de ancho, destruyó tres poblados y mató a más de 2.000 personas. Las lluvias torrenciales que golpearon Venezuela a fines de 1999 desencadenaron un deslizamiento que provocó más de 20.000 muertes. Las lomas deforestadas donde se produjo el alud fueron descritas por algunos comentaristas como “un desastre anunciado”. Iniciándose 2001, el primero de dos fuertes terremotos en El Salvador hizo que una ladera sin mayor cubierta boscosa y literalmente minada por la extracción de minerales se desprendiera y enterrara a casi 500 residentes de comunidades precarias y mal ubicadas, al menos en parte debido al control deficiente de los reglamentos de construcción.

Terremotos

A lo largo de los últimos tres años, severos sismos han golpeado Perú (el mas reciente en junio del 2001 in Arequipa, entre 6,9 y 7,9 en la Escala de Richter), Colombia (en enero de 1999, con pérdidas económicas del orden del 17% del valor de las exportaciones colombianas en 1998) y El Salvador, desnudando el excesivo sosiego de las autoridades y desenmascarando prácticas de construcción de una informalidad criminal. El Salvador fue víctima de dos terremotos en un mes. Uno de ellos, de 7,6 en la escala de Richter, fue el segundo más severo en 90 años.

Sequía

La sequía en gran parte de América Central en 2001 ha marchitado las de por sí frágiles formas de sustento de miles de habitantes rurales.  Las sequías en América del Norte a lo largo de los últimos años se cuentan entre las más persistentes y severas del siglo.  El fenómeno de El Niño también ha golpeado a Bolivia con una severa falta de lluvia.

Incendios forestales y neblina atmosférica

La combinación del cambio climático y la sequía han provocado feroces incendios forestales en América Central y del Norte, extendiéndose más allá de las áreas de desastre en la forma de contaminación atmosférica.

Otros fenómenos en apariencia menores

Al margen de los desastres de consideración antedichos, un gran número de eventos pequeños o medianos (aludes, inundaciones, incendios) en zonas especialmente vulnerables provocan pérdidas y graves impactos sociales que generalmente no se registran. Aunque se desconoce el valor acumulado de estas pérdidas, afectan severamente el sustento de la gente en las comunidades locales.

Algunas cifras sobre la vulnerabilidad  

De 1990 a 1999, la pobreza absoluta en Améerica Latina y el Caribe creció de 200 millones de personas a 225 millones.  El 20% en el rango superior de ingresos por hogar gana 20 veces más que 20% más pobre, convirtiendo a la región en el líder mundial en inequidad de ingresos.

La región tiene la mayor concentración de biodiversidad en el mundo. Sin embargo, estos recursos mundiales se encuentran sometidos a serias presiones. Cada año se pierden seis millones de hectáreas de bosque tropical. Los ecosistemas costeros y marinos, incluyendo los arrecifes de coral del Caribe, están amenazados por el turismo y la contaminación.  Es probable que el cambio climático sea la más seria de las amenazas al ambiente natural de la región. 

Las tendencias demográficas han llevado al crecimiento de vastas áreas urbanas.  La región posee dos de las más grandes megaciudades del mundo: México D.F. y Sao Paulo. El 75% de la población mexicana es urbana, al igual que el 50% de la centroamericana; el 65% de los pobres viven en ciudades.  El crecimiento de estas poblaciones ha sido caótico, con asentamientos humanos en zonas inapropiadas, agravando la vulnerabilidad. Solo el 40% de los desechos sólidos se manejan apropiadamente. 

El mal ordenamiento territorial ha llevado a la degradación de 65 millones de hectáreas y a la amenaza de extinción de miles de especies, sin hablar de las que ya han desaparecido.

Nuevos estudios del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) destacan la probabilidad de mayores y más frecuentes desastres hidrometeorológicos durante el siglo XXI como consecuencia del cambio mundial en el clima. Los pronósticos incluyen más inundaciones costeras e infrastructura dañada a raíz del aumento del nivel del mar; un incremento en las temperaturas de la atmósfera y el mar que llevará a mayores sequías, calores extremos e incendios forestales; tormentas tropicales y precipitaciones más intensas que provocarán mayores inundaciones, aludes y avalanchas; y la intensificación de las sequías e inundaciones relacionadas con los fenómenos de El Niño y La Niña (ver anexo 1). [5] El IPCC espera que en 60 años, el 25% de las viviendas ubicadas hasta a 1,5 Km. de las playas podrían perderse a causa de la erosión costera.


Actividades, logros y tendencias y retos futuros

 

Países andinos

Actividades y logros

Los países andinos—Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela—son una subregión sumamente expuesta a gran variedad y frecuencia de peligros: sismos, erupciones volcánicas, inundaciones, aludes, huracanes, sequías e incendios forestales, sin hablar de las amenazas tecnológicas. Tan solo en los últimos años, se pueden enumerar los enormes flujos torrenciales de diciembre de 1999 en Venezuela, con un saldo de más de 10.000 víctimas y 3.000 millones de dólares en pérdidas; las erupciones de los volcanes Guagua Pichincha y Tungurahua en Ecuador en julio de 2000 y junio de 2001; y el terremoto de junio de 2001 que golpeó el sur de Perú con una magnitud de 8,4 grados—el más severo en el mundo en el último cuarto de siglo. Afortunadamente, el sismo solo dejó 77 muertos, pero afectó a más de 213.000 personas, destruyó o daño 80.000 viviendas, y devastó 2.000 hectáreas de cultivos.

Sin embargo, fue el singularmente violento fenómeno de El Niño en 1997-1998 lo que más traumatizó a los países andinos, provocando pérdidas económicas calculadas en US$7.500 millones y golpeando a los países individuales con cifras que variaron entre el 4,5% y el 14.6% del Producto Interno Bruto.  La severidad de este evento motivó a los jefes de gobierno de estas naciones a solicitar a la Corporación Andina de Fomento (CAF) que estableciera el Programa Regional para la Prevención y Reducción de Riesgos (PREANDINO), creado a finales del 2000, cuyo objetivo es impulsar y apoyar la formulación de políticas nacionales y sectoriales de prevención y mitigación de riesgos de desastres, y el desarrollo de esquemas y formas de organización institucional orientadas a incorporar el enfoque de la prevención en la planificación para el desarrollo. 

En el plano operativo, los protagonistas son los Comités Nacionales constituidos por los ministerios de Planificación, Ciencia y Tecnología, y Ambiente, así como las entidades nacionales encargadas de la defensa civil o la prevención y atención a los desastres.  También existen Comités Sectoriales.  Todas estas instituciones están ligadas en una red que, apoyada por conferencias cara a cara, facilita el intercambio de información y experiencias, permite compartir indicadores sobre la eficacia de la gestión de los desastres, y simplifica las negociaciones con los entes financieros.

Al nivel nacional, Colombia fue un pionero en la región en la aplicación de un enfoque sistemático para la gestión integral de los desastres, luego de la erupción y el alud de lodo del Nevado del Ruiz en 1985. El Sistema Nacional de Prevención y Atención a Desastres (SNPAD) se ha desarrollado y fortalecido desde entonces. 

Bolivia cuenta con nueva legislación que establece un marco institucional para la prevención del riesgo.  En la actualidad, el país está compatibilizando la Ley del Medio Ambiente y sus reglamentos con la Ley de Reducción de Riesgos y Atención de Desastres, con el fin de contar con una visión única sobre el proceso de planificación para el desarrollo sostenible, al tiempo que se elaboran nuevas normas antisísmicas para la construcción y se incluye la reducción del riesgo en las normas del Sistema Nacional de Inversión Pública.

En los restantes países el avance no ha sido tan vigoroso, pero se están tomando medidas. Ecuador, por ejemplo, está revisando propuestas para la creación de un Sistema Nacional de Prevención y Atención de Desastres. En Venezuela se está preparando, con el apoyo de PREANDINO, una nueva Ley de Protección Civil que incorpora la gestión del riesgo, y se están revisando las actuales leyes de ordenamiento territorial, desarrollo urbano y planificación.

No todos los países andinos cuentas con recursos para la gestión preventiva de riesgos. En el marco del PREANDINO, se buscan oportunidades de financiamiento, como el establecimiento legal de fondos para la prevención, así como el aprovechamiento de dineros existentes no utilizados. En el caso de Ecuador, se está creando un Fondo para Prevención y Gestión de Riesgos con el apoyo de los organismos internacionales.

Con el objetivo de que la prevención sea un componente más de la visión del desarrollo sostenible, se está impulsando en los países andinos la incorporación de la misma en los Planes de Desarrollo Nacionales y Locales y los de Ordenamiento Territorial, así como en mecanismos de apoyo a los procesos de planificación y toma de decisiones.

También se han promovido varias iniciativas para institucionalizar sistemas de información, medición de impacto e indicadores del desempeño que estimulen un mayor seguimiento a las actuaciones institucionales y apoyen los procesos de planificación.  Las más relevantes son el diseño de un sistema de indicadores potenciales de impactos socio-económicos esperados en diferentes zonas de cada país por efecto de amenazas naturales como base para la planificación preventiva, ejecutado en su fase piloto en Venezuela, y el desarrollo de un sistema de indicadores para evaluar las tendencias de reducción del riesgo, como parte de las herramientas de monitoreo que están creando en forma conjunta la EIRD y PREANDINO.

El fomento de una cultura de prevención necesariamente reclama la participación de las escuelas. En Bolivia se procura introducir la gestión de riesgos como tema transversal en los currículos de primaria y secundaria; para el nivel universitario se ha promovido la inclusión optativa de la materia de gestión de riesgos en todas las carreras a través de una resolución administrativa, así como la organización de la carrera de Técnico Superior en Gestión de Riesgos. En Colombia, se avanza en el diseño y financiamiento de una estrategia para definir una política de educación superior en prevención de riesgos; a través del SNPAD, se ha promovido la creación de una  Comisión Nacional de Educación en Prevención de Desastres que persigue definir una política nacional. En Venezuela se está apoyando un proceso que se venía dando en el sistema educativo,  en el sentido de incorporar la prevención en los currículos y en el diseño y la construcción de edificaciones escolares.

Algunas universidades ofrecen maestrías o cursos de postgrado en gestión del riesgo, como la Universidad de Antioquia en Colombia, con su Centro Colaborador de la OPS/OMS en la Escuela de Salud Publica, y su maestría en ciencias sociales y gestión del riesgo. La Universidad del Valle en Bogotá cuenta con un programa integral de postgrado en Gestión de Riesgos. El Instituto de Tecnología de Ejido (IUTE), con sede en Venezuela, confiere el titulo de Técnico Superior en Manejo de Emergencias y Acción contra Desastres.

La investigación y el uso de tecnología para la reducción de los desastres también ha avanzado en la subregión, donde se ha recopilado y sistematizado la información disponible sobre amenazas, vulnerabilidades y riesgos y se han establecido Comités del Conocimiento que comparten datos y experiencias.  En Perú, por ejemplo, se están elaborando mapas de amenazas y se está procurando uniformar la metodología.  Igualmente, se están desarrollando mapas de riesgo en Bolivia, así como una guía metodológica para formular el Plan Nacional y los Planes Sectoriales de Prevención y Mitigación de Riesgos dentro del marco del Sistema Nacional de Planificación. En Ecuador se ha dado una importante recopilación de información sobre amenazas, vulnerabilidades y riesgos. El Ministerio de Ambiente  trabaja también en amenazas antrópicas y tecnológicas utilizando el SIG del Centro de Información Ambiental.  Entretanto, en Venezuela, se avanza también en la sistematización de datos y la producción de mapas de riesgos sísmicos. Muchas de estas iniciativas han contado con el apoyo del PNUD.

Un ejemplo destacado de esta tendencia es la creación, con el apoyo de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), del Centro Internacional de Investigaciones sobre El Niño, con sede en la ciudad ecuatoriana de Guayaquil. Esta iniciativa cuenta con el apoyo del G-77, el grupo que representa a los países en desarrollo ante las Naciones Unidas. 

Estudios de vulnerabilidad y programas de reforzamiento de instalaciones de salud y sistemas de agua y saneamiento también se han llevado a cabo en varios de los países, sobre todo en Colombia, Ecuador y Perú, con el apoyo de la OPS.  El CISMID, con sede en Perú, continúa ofreciendo especializaciones en este campo a ingenieros y profesionales de otras disciplinas conexas.

El trabajo regional andino también ha tomado en cuenta los mecanismos previstos en la Estrategia Internacional para la Reducción de Desastres (EIRD). Actualmente se está promoviendo que las instituciones líderes de las plataformas nacionales de reducción de desastres sean el punto focal de la EIRD, sobre todo para mejorar el intercambio de información, la coherencia en las políticas, y los procesos de interacción.   

Retos futuros

Si bien son comunes en los países andinos las redes automáticas de monitoreo, la cartografía de amenazas, las zonificaciones y los procesos de fortalecimiento institucional, los estudios de vulnerabilidades son menos frecuentes. Su necesidad es evidente.

También ha resultado difícil lograr que los resultados de las diversas investigaciones sobre el tema y las conclusiones de diversos encuentros en torno a la reducción de los desastres se logren materializar en actividades concretas.

Otra limitación significativa ha sido la falta de una verdadera estrategia de ordenamiento territorial que tome en cuenta el riesgo de ubicar asentamientos humanos, infraestructura clave, instalaciones de salud o educación y edificaciones comerciales o industriales en lugares vulnerables a los desastres naturales o antrópicos.

Sigue como tarea pendiente la integración de los esfuerzos realizados hasta la fecha en torno a la reducción de los desastres, por una parte, y los planes y programas de desarrollo por la otra.  Este es, quizás, el mayor obstáculo para avanzar hacia una cultura de prevención.  Del mismo modo que no se estableció formalmente la conexión entre el ambiente natural y el desarrollo hasta la celebración de la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro en 1992, despertando la conciencia de que los ecosistemas no son fuentes inagotables de recursos y el ser humano no puede desprenderse de su entorno físico, es hoy imprescindible en los países andinos—mas no solo en ellos—comprender que la sustentabilidad solo se dará si se logra reducir la vulnerabilidad a los desastres naturales o antrópicos.

El Caribe

Actividades y logros

Los países caribeños tienen en común numerosas tradiciones culturales y sociales, pero también comparten algo más: la susceptibilidad a las mismas amenazas naturales. Todos son vulnerables a los huracanes. La mayoría de las islas están expuestas a terremotos, y muchas de ellas tienen volcanes activos.  También son comunes los deslizamientos relacionados con las lluvias intensas o los movimientos sísmicos. El deterioro ambiental vinculado al desarrollo turístico de las zonas costeras, la minería y la agricultura agrava el impacto de estos fenómenos naturales y amenaza el desarrollo de estas y otras actividades económicas..

Durante el Decenio Internacional para la Reducción de los Desastres Naturales (DIRDN) aumentó el diálogo interdisciplinario sobre el tema, al reconocerse la importancia de que administradores de emergencias, científicos, ingenieros, ambientalistas, planificadores, meteorólogos y legisladores trabajen juntos para reducir el riesgo.  El PNUD, la Universidad de las Indias Occidentales (UWI), la Agencia Caribeña de Respuesta a las Emergencias y los Desastres (CDERA) y la Oficina para Ayuda Exterior en Desastres de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (OFDA/USAID) han coorganizado conferencias bienales sobre desastres. Muchas otras reuniones interdisciplinarias han procurado enriquecer el temario más allá de la simple respuesta.

La reducción de los desastres se ha incorporado en la mayoría de las iniciativas regionales, como el Programa de Acción para los Pequeños Estados Islas en Desarrollo, o la Comunidad del Caribe (CARICOM). También es prioritaria en los programas de la Asociación de Estados Caribeños (AEC).  El tema de la evaluación de la vulnerabilidad se ha vuelto clave de la política exterior de la CARICOM en diversos foros del Banco Mundial, el BID, la OEA, la OPS y la Secretaría de la Comunidad Británica.  Además, la Conferencia de Jefes de Gobierno de la CARICOM, el organismo supremo de tomadores de decisiones de la subregión, ha decidido que la gestión de los desastres y el ambiente debe ser una cartera de rango ministerial.

Todos los países de la zona cuentan con comités nacionales sobre desastres, integrados por entidades públicas, privadas y no gubernamentales, lo que permite el “tendido” de redes interinstitucionales. Pero aunque la mayoría han designado a un coordinador nacional de desastres, cuentan con instalaciones para la gestión de operaciones, y realizan campañas periódicas de información pública, el énfasis se mantiene en los preparativos y la respuesta.  Abundan los mapas de riesgos y los planes de contingencia, pero a menudo están desactualizados.  Con algunas excepciones, el Caribe no ha logrado generalizar la evaluación de riesgos ni las prácticas de reducción de los desastres.  Hace falta legislación más apropiada sobre desastres y el desarrollo de políticas más globales para su reducción.

Las buenas relaciones de trabajo con entidades regionales e internacionales han llevado al desarrollo de programas bilaterales relacionados con al menos algunos aspectos de la gestión de los desastres. Los enlaces con la comunidad científica y técnica internacional se dan generalmente por medio de las instituciones académicas y las asociaciones profesionales.  Los esfuerzos regionales datan de 1991, cuando los países de CARICOM se comprometieron al establecimiento de una entidad permanente dedicada a los preparativos y la planificación de la respuesta a los desastres naturales. La Agencia Caribeña de Respuesta a las Emergencias y los Desastres (CDERA) ha permitido dar un enfoque planificado al desarrollo de programas de gestión de los desastres que incluyen capacitación, la creación de capacidad al nivel nacional y comunitario, y el desarrollo de proyectos transfronterizos. Como resultado, varios países han logrado avances sustanciales en la gestión del riesgo, aunque los logros en otras naciones han sido más modestos.  Como mínimo, todos los estados miembros cuentan con cierta capacidad básica para manejo de los desastres, pero más que nada en el campo de los preparativos y la respuesta.

CDERA y otras organizaciones internacionales han venido trabajando para ampliar el temario de la gestión de los desastres, pero falta mucho por hacer. Una de estas iniciativas recientes fue la firma en 2000 de un acuerdo patrocinado por la AEC para incrementar la cooperación en este campo entre todos los países de la Cuenca del Caribe, incluyendo América Central y el norte de Sudamérica. El convenio cuenta con el apoyo explícito de CDERA y el Centro de Coordinación para la Prevención de los Desastres Naturales en América Central (CEPREDENAC). OFDA dio fondos para el recién concluido Proyecto Caribeño de Mitigación de Desastres. La OEA ha venido ejecutando el Proyecto Caribeño de Adaptación al Cambio Climático, que busca responder a los daños que provoca el cambio climático en las zonas costeras y marinas por medio de una mejor evaluación de la vulnerabilidad, una mayor planificación para adaptarse al cambio, y la creación de capacidades. 

La OPS ha estado trabajando, como en el resto de América Latina y el Caribe, en la mitigación hospitalaria y el uso de SUMA, el Sistema Integrado de Manejo de Suministros de Emergencia.  La mayoría de los países del Caribe ya cuentan con un coordinador en salud y desastres naturales, aunque muchos de ellos solo trabajan medio tiempo debido a las limitaciones en los recursos humanos de los ministerios de Salud, sobre todo en las islas más pequeñas. En cambio, algunas naciones han institucionalizado el programa de salud y desastres y se han implementado programas para responder a las amenazas naturales y otras emergencias más cotidianas. Se han realizado estudios de vulnerabilidad en muchos hospitales de referencia de las islas anglohablantes y holandesas y se han reforzado cuatro hospitales con apoyo de donantes bilaterales y el Programa de Preparativos para Desastres de la Oficina Humanitaria de la Comisión Europea (DIPECHO), el cual da énfasis a los proyectos multinacionales y los programas comunitarios. La OPS también ha colaborado con CDERA y la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y la Media Luna Roja (FICR) para crear capacidad en la protección de centros educativos, el uso de las telecomunicaciones en emergencias, la relación con los medios de prensa y el desarrollo de sistemas de alerta temprana para inundaciones.

El PNUD, junto con otras organizaciones, ha apoyado la confección de mapas de riesgo y la ejecución de proyectos comunales de preparativos y capacitación en desastres. También ha desempeñado un papel clave en el fomento del diálogo entre los donantes.  Las instituciones financieras han desarrollado programas útiles y a veces innovadores.  El Banco Caribeño de Desarrollo (BCD) tiene una política de gestión de los desastres y también ha adoptado una estrategia y pautas operativas para los programas de reducción de los desastres que buscan ayudar a los países miembros a desarrollar capacidad al tiempo que integran los principios de la reducción de los desastres a las operaciones del Banco.  Con el apoyo de OFDA, el BCD está estableciendo un Fondo para la Gestión de los Desastres; también ha financiado el refuerzo de centros educativos. 

Como parte de un plan integral de acción para la reducción del riesgo en América Latina y el Caribe, el BID está desarrollando varias propuestas de cooperación técnica en el campo de la gestión del riesgo ante el cambio climático. Y el Banco Mundial trabaja por medio de la Organización de Estados del Caribe Oriental en un programa que otorgará prestamos a cinco países para crear capacidad, fortalecer las instituciones, fomentar los preparativos comunitarios y proteger la infraestructura.

En el sector privado, la United Insurance Company Limited ofrece un descuento del 25% a los clientes que han reforzado la resistencia de sus propiedades a los desastres naturales. También ha publicado y distribuido dos manuales, una Guía Profesional para Mejorar el Diseño de las Construcciones Resistentes a los Huracanes con Base en el Desempeño y una Guía para Hacer que Su Hogar Resista a los Huracanes.

El significativo aumento de la conciencia pública sobre los desastres naturales en toda la subregión se evidencia en la calidad de la información proporcionada por los medios, los preparativos emprendidos por las comunidades locales, y el creciente conocimiento de los escolares sobre las amenazas que los rodean. Sin embargo, el estímulo más potente ha sido el advenimiento de un desastre: los países que no han sufrido catástrofes recientes se muestran menos preocupados por fomentar la reducción de los desastres.  Esto ha generado conciencia sobre la importancia de que las campañas de educación e información pública se concentren en producir mensajes mejor alineados con sus públicos metas.

Los pronósticos del Instituto Caribeño de Meteorología e Hidrología, disponibles en red, se utilizan actualmente para tomar decisiones sobre el manejo de cultivos y para planificar el almacenamiento y la distribución del agua. Los sistemas meteorológicos de la zona recurren regularmente al uso de sistemas de observación satelital y alerta sobre huracanes. El uso de sistemas de información geográfica está creciendo en muchos países, sobre todo para realizar mapas de riesgo, y tiene un considerable potencial para la integración de la gestión del riesgo en los planes de desarrollo.

La inclusión de la reducción del riesgo en el proceso del desarrollo sostenible es el objetivo de un programa de CDERA con apoyo del PNUD y la OFDA que involucra a una amplia gama de actores del nivel comunitario, nacional y regional. El desarrollo de la capacidad comunitaria es una forma de reducir la dependencia en los sistemas centralizados; con ese fin se han producido materiales de información y capacitación, se ha dado capacitación a organizaciones no gubernamentales y se ha promovido el desarrollo de nuevas estrategias.  Varias iniciativas del Banco Mundial incluyen apoyo para los programas comunitarios, y DIPECHO ha promovido acciones tanto nacionales como regionales. CDERA ha definido una estrategia intersectorial para la Gestión Integral de los Desastres (GID) que a lo largo de los próximos cinco a siete años incorporará la evaluación de la vulnerabilidad y la reducción del riesgo en los planes y las acciones de desarrollo. El mismo vínculo entre el desarrollo sostenible y la reducción de los desastres se percibe en el Programa de Acción de los Pequeños Estados Islas en Desarrollo, cuya implementación ha comenzado en muchos países con la representación en los Consejos de Desarrollo Sostenible de las agencias encargadas de la gestión de los desastres. Sin embargo, persisten limitaciones como la falta de incentivos financieros.

La Universidad de las Indias Occidentales incluye varios temas de gestión de los desastres en sus programas de bachillerato y de maestría, en tanto que la Universidad Tecnológica de Jamaica incorpora tales componentes en sus currículos de arquitectura, construcción y planificación.  En la Biblioteca Principal de la UWI, DIPECHO ha establecido la Red Caribeña de Información sobre Desastres (CARDIN), un centro de información y documentación sobre desastres naturales que mantiene estrechos vínculos con el Centro Regional de Información sobre Desastres (CRID) y ofrecerá en disco compacto una “biblioteca virtual sobre desastres”. Cuando esté en pleno funcionamiento, el sitio Web de CARDIN ofrecerá al público documentos de texto completo; también facilitará enormemente la comunicación entre las diversas organizaciones de gestión de los desastres en el Caribe, sin hablar siquiera de su potencial impacto en la educación.

Retos futuros

Aunque se han dado algunas evaluaciones sobre el avance de la gestión del riesgo en el Caribe, como las del Proyecto Caribeño de Mitigación de los Desastres (CDMP) en 1999, el Departamento del Reino Unido para el Desarrollo Internacional (DFID) en 2000, y DIPECHO en 2001, existe una clara necesidad de contar con mecanismos que permitan evaluar regularmente el impacto de las actividades de gestión del riesgo.

Para que tal gestión se vuelva más integral, es necesario desarrollar mayores recursos humanos, difundir mejor la información y mejorar la capacidad institucional y la gestión del cambio.  También deben reforzarse los programas transfronterizos, sobre todo aquellos dedicados al manejo de inundaciones, la evaluación de la vulnerabilidad y el riesgo, y la protección de la infraestructura vital. Esto demandará el desarrollo de normas mínimas regionales más uniformes y ambiciosas, incluyendo la fijación de metas y el monitoreo de su cumplimiento por parte de las organizaciones nacionales de gestión de los desastres, las cuales tendrán que contar con niveles mínimos de personal y deberán incorporar profesionales de diversas disciplinas para asegurar un enfoque más global de la gestión del riesgo.

Si bien existe conciencia en el Caribe sobre la relación entre el desarrollo y la reducción de los desastres, ésta aún no se ha concretado en la planificación de actividades económicas claves para reducir la vulnerabilidad de sectores como el turismo, la agricultura y la pesca.

Aunque se ha avanzado en el terreno de los preparativos y la respuesta, debe seguirse fortaleciendo el enfoque de reducción del riesgo representado por la Gestión Integral de los Desastres.

 

América Central

Actividades y logros

América Central es una subregión geográfica y geopolítica con profundas raíces físicas e históricas. Es además un componente de la Cuenta del Caribe, lo cual estrecha los vínculos con los países hispanohablantes del Caribe, sobre todo República Dominicana. El establecimiento del Mercado Común Centroamericano en los años 60, su desaparición a causa de las tensiones de la crisis económica y las guerras civiles de los 70 y 80, y la renovación de las ideas sobre integración regional con el establecimiento del Sistema de Integración Centroamericano (SICA) en 1991, son muestran de la búsqueda de un futuro común. La creciente participación de Panamá y Belice en el sistema es un indicio de la necesidad de integración entre países contiguos.  El advenimiento de la economía global, el desarrollo del llamado Corredor Logístico Centroamericano, el Plan Puebla-Panamá y los Corredores Biológicos Centroamericanos, junto con otras iniciativas regionales, permiten a la subregión avanzar hacia su creciente consolidación como una unidad económica, social y política.

El istmo también muestra un nivel relativamente elevado de integración en lo concerniente a la problemática de los desastres y las manifestaciones particulares de los riesgos ambientales presentes.  Todos los países están sujetos a niveles variables de actividad sísmica, inundaciones, sequías, deslizamientos de tierra y perjudiciales procesos de erosión costera. La actividad volcánica es más común en Costa Rica, El Salvador, Guatemala y Nicaragua. Ubicados en el cinturón de huracanes del Caribe, todos los países están expuestos a las amenazas directas o indirectas asociadas a estos fenómenos.  Tales peligros naturales se ven agravados por procesos pseudonaturales o socionaturales vinculados con los procesos del deterioro ambiental y el mal ordenamiento territorial.

A lo largo de los últimos tres años, América Central ha experimentado cambios importantes en el enfoque organizativo e institucional de la gestión del riesgo y los desastres.  Los impactos sucesivos, entre 1997 y 2001,  de El Niño, el huracán Mitch, La Niña y los terremotos de El Salvador, han influido profundamente en la manera como se conciben hoy los desastres en América Central.  Antes de 1998, la perspectiva social e institucional de la gestión de los desastres se concentraba casi exclusivamente en el terreno de los preparativos y la respuesta.  Esto ha cambiado significativamente desde entonces, como lo refleja el hecho de que las referencias a los desastres y su gestión se han venido sustituyendo cada vez más por las de la gestión del riesgo.

Los gobiernos de América Central han mostrado una predisposición a proceder en forma conjunta hacia una meta común, compartiendo sus recursos y potenciando las fortalezas mutuas.  Esto se refleja, en términos de políticas, en su aprobación de un Marco Estratégico para la Reducción de la Vulnerabilidad y los Desastres en América Central, y la adopción de un Plan Quinquenal para la Reducción de la Vulnerabilidad y el Impacto de los Desastres (1999-2004).  El Marco Estratégico identifica seis áreas principales de trabajo: el fortalecimiento de las organizaciones nacionales de reducción de los desastres; los sistemas de alerta temprana y los planes estratégicos; una mayor investigación sobre las amenazas y la vulnerabilidad y el fomento del intercambio de información; estrategias sectoriales de reducción del riesgo; asistencia mutua en caso de desastres; y la gestión del riesgo al nivel local.  La posibilidad de consolidar una visión compartida de las amenazas naturales y unificar los enfoques institucionales sobre la reducción de las mismas, fue algo que no se desarrolló de la noche a la mañana. De hecho, hizo falta el devastador impacto de una sucesión de desastres durante los tres años antedichos.

En prácticamente todos los países centroamericanos—incluyendo Belice y República Dominicana, miembros recientes de CEPREDENAC—se han dado avances últimamente en el fortalecimiento institucional y de políticas que incorporan una vision intersectorial y multidisciplinaria del manejo del riesgo. Costa Rica ha aprobado una nueva legislación sobre el tema y se encuentra actualmente en una etapa de diseño de reglamentos. Nicaragua inició su programa nacional para reducción del riesgo a partir del impacto del huracán Mitch.  Con el apoyo del PNUD, se aprobó recientemente una nueva ley que establece un Sistema Nacional de Prevención.

Guatemala reformó su legislación sobre desastres en 1996, creando la Comisión Nacional de Reducción de Desastres (CONRED). Por el momento, se está iniciando junto con la Secretaria de Planificación (SEGEPLAN)  la creación de un Sistama de Reducción del Riesgo y la incorporación de estos temas en el plan nacional de reducción de la pobreza. República Dominicana y El Salvador han recibido respaldo del BID para revisar y reformar sus mecanismos actuales con el fin de incorporar la gestión del riesgo natural, ambiental y antrópico.  El punto focal nacional para la reducción de los desastres en Honduras, COPECO, fue reconocido en 2001 durante la entrega del premio Sasakawa-Naciones Unidas para prevención de desastres, por sus sobresalientes actividades para concienciar a la población.

Un papel importante en este aspecto lo ha desempeñado el Centro de Coordinación para la Prevención de los Desastres Naturales en América Central (CEPREDENAC). El CEPREDENAC nació en 1988, con el patrocinio de Suecia, como un grupo informal de organizaciones científicas y de respuesta.  En 10 años se ha convertido en la organización oficial encargada de las estrategias de reducción del riesgo del SICA. Ante las demandas operativas y de coordinación impuestas por las catástrofes de finales del decenio de 1990, ha resultado ser la pieza clave para reunir numerosas destrezas profesionales y múltiples intereses políticos de toda la subregión. 

La estrategia regional había solicitado la actualización del Plan Regional de CEPREDENAC para la Reducción de los Desastres, acompañado por anexos nacionales y sectoriales.  Éste ha servido desde 1999 como el vehículo para que CEPREDENAC promueva cada una de las principales líneas de acción identificadas en forma conjunta por los gobiernos y muchos otros proyectos en la zona. Todo esto ha llevado a un incremento en la visibilidad, la pertinencia y el peso político del CEPREDENAC, facilitado por el importante apoyo internacional al desarrollo de estrategias y acciones para reducir el riesgo en la subregión.

En la actualidad, numerosas agencias consideran al CEPREDENAC como el punto de referencia obligatorio en América Central, sobre todo dado el resurgimiento de interés por las acciones a nivel regional.  Dentro del mismo SICA, CEPREDENAC ha ganado prestigio por sus relaciones y cooperación con otras agencias sectoriales especializadas.  Ha colaborado con la OPS en el sector salud; con el Comité Coordinador de Vivienda y Asentamientos Humanos; con el Programa Mundial de Alimentos (PMA) y el Instituto Centroamericano y Panameño de Nutrición, en materia de seguridad alimentaria; y con el Comité Centroamericano de Transporte, en el campo de las comunicaciones y el transporte.  También ha cooperado con otras agencias regionales en temas como la agricultura, la gestión del agua, la generación y distribución eléctrica y las telecomunicaciones, así como con organizaciones comunitarias y municipales tales como la Red Comunitaria para la Gestión del Riesgo, la Federación Centroamericana de Organizaciones Comunales y la Federación Municipal Centroamericana.

A lo largo de los últimos tres años, CEPREDENAC se ha venido alejando de la gestión de proyectos individuales hacia el desarrollo de programas regionales más amplios, dejando a las autoridades nacionales o los grupos locales la implementación de los proyectos estrictamente nacionales.  Hace poco, CEPREDENAC y la Unidad Regional para Asistencia Técnica (RUTA) publicaron pautas para la introducción de prácticas de gestión del riesgo en los proyectos de desarrollo rural de toda la zona.  RUTA es un proyecto del PNUD que administra el Banco Mundial en colaboración con otras entidades regionales e internacionales para facilitar la coordinación de la asistencia financiera y técnica a la subregión. En un terreno similar, CEPREDENAC también está respondiendo a las cuestiones de riesgo asociadas al importante Corredor Logístico Puebla-Panamá, trabajando más estrechamente con el sector privado, la comunidad bancaria regional e internacional, y fomentando la incorporación de la reducción del riesgo en los temarios de las entidades sectoriales de desarrollo de América Central.

Gracias a tales acciones, trabajando juntos a través de CEPREDENAC y colaborando estrechamente con entidades internacionales, bilaterales y no gubernamentales, los gobiernos de América Central han demostrado su compromiso con la reducción del riesgo y la reconstrucción basada en la transformación social.

Sin embargo, aún queda el reto de completar el camino entre la expresión de buenas intenciones políticas y el cambio efectivo en las políticas y las prácticas. Harán falta enormes esfuerzos muchas áreas: concienciación social, cambios legislativos e institucionales, modificaciones en las prácticas sociales, la reducción de la corrupción y la movilización del sector privado y los grupos comerciales.  El cambio definitivo consistirá en la aceptación generalizada por parte de la sociedad de la necesidad de sacrificar las ganancias a corto plazo a favor de objetivos de mediano y largo plazo para la protección sostenida de los recursos sociales y ambientales, además de los activos económicos.

También se ha dado una prometedora expansión de los programas y proyectos dedicados a reducir la vulnerabilidad a las amenazas naturales en el plano local, crear capacidades nacionales, intercambiar experiencias e información al nivel regional, y crear alianzas programáticas y de inversión al nivel internacional.  Se están forjando nuevos y cruciales vínculos entre los intereses ambientalistas y de reducción del riesgo, conforme se presta mayor atención al uso de principios de gestión ambiental que proporcionan beneficios económicos en el plano local al tiempo que incrementan la protección contra las amenazas naturales.  La conservación de los manglares, el control de los recursos forestales, el mantenimiento de la biodiversidad y el fomento de la resistencia ecológica son todas nuevas opciones que están emergiendo para incrementar la productividad de los ecosistemas y reducir el impacto de las amenazas naturales.

El sitio Web de CEPREDENAC [6] contiene información constantemente actualizada sobre planes, programas y proyectos de reducción del riesgo en América Central, así como estadísticas y análisis sobre desastres.  Cada organización nacional de desastres cuenta con su propio sitio Web, al igual que muchas otras instituciones regionales que trabajan en diversos aspectos de reducción del riesgo. Éstas incluyen al Programa de Preparativos para Situaciones de Emergencia y Socorro en Casos de Desastre (PED) y otros programas de la OPS, así como diversos programas nacionales del PNUD.  Entre estos últimos, la información provista por la oficina de El Salvador es la más específica en términos de análisis de riesgo. [7]

La OPS ha venido colaborando con los países centroamericanos, sobre todo tras el huracán Mitch, para fomentar el fortalecimiento institucional del sector salud en el campo de la reducción de los desastres, el desarrollo de capacidad para evaluar la vulnerabilidad, y la mejora de las medidas de mitigación en las instalaciones de la salud y los sistemas de agua potable y saneamiento, todo esto con un componente de desarrollo comunitario. [8]

También se ha dado un uso creciente de la tecnología de la información. El software DesInventar [9] permite almacenar, procesar y recuperar análisis estadísticos y representaciones gráficas de información sobre todo tipo de eventos dañinos, registrados en la base de datos a la escala territorial más baja. Se ha convertido en el programa de cómputo oficial de todas las organizaciones nacionales de desastres de la subregión, por medio de un acuerdo promovido por CEPREDENAC, y pronto será introducido en el Caribe con el copatrocinio del CEPREDENAC y la Asociación de Estados Caribeños.  Ha crecido asimismo el uso de sistemas de información geográfica para el análisis de riesgos, aunque dista de tener un uso generalizado debido a sus costos, disponibilidad, exigencias técnicas y falta de aplicaciones específicas.  Más allá de su uso inicial en el plano nacional, en instituciones gubernamentales y centros de investigación, se están dando esfuerzos por descentralizar su aplicación de modo que satisfaga las necesidades de las autoridades locales y las organizaciones comunitarias.

Para incrementar la conciencia y comprensión pública sobre la concepción más avanzada de la reducción del riesgo y de los desastres, se requiere de un compromiso sostenido para involucrar a los sistemas formales e informales de educación. No obstante, es probablemente en este campo que se ha dado el menor progreso en América Central en los últimos años.  En el decenio de 1990 se realizaron esfuerzos por crear conciencia y modificar los currículos escolares y universitarios para incorporar el tema de la respuesta a los desastres.  Actualmente, en cambio, se ha tenido menos éxito en la incorporación del tema más complejo del riesgo y su relación con aspectos más amplios del desarrollo y el ambiente. 

Al nivel universitario, muchas iniciativas se encuentran actualmente en marcha.  Entre ellas, cuatro universidades están impulsando programas al nivel de maestrias en temas relacionados con el manejo de los desastres y la reducción del riesgo.

Uno de ellos, Mitigación de Desastres Naturales en América Central, cuenta con participación del CSUCA y universidades en todos los paises, y es coordinado por la Universidad Nacional de Costa Rica. Dispone ya de financiamiento básico por 12 años por parte de Suecia. Se centra en temas relacionado con las amenazas naturales (vulcanología, sismología, geotecnia, hidrometeorología, inundaciones, etc.), aunque incorpora conceptos integrales de manejo de riesgo.

Otro ejemplo es la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, que ha diseñado un programa de maestría en la prevención y mitigación de los desastres naturales, con un fuerte énfasis en temas de amenazas geofísicas y el uso de tecnologías de información tales como los sistemas de información geográfica y el uso de sensores remotos. Significativamente, el programa va más allá del estudio de las amenazas naturales, ofreciendo además cursos sobre gestión del riesgo, ordenamiento territorial y sus relaciones con el desarrollo sostenible. 

En el caso de las otras universidades, siguen predominando las geociencias, la ingeniería y los aspectos estructurales de la mitigación, cuando no el tema de los preparativos operativos y la capacidad de respuesta.  Por más útiles que sean estas iniciativas en su contexto respectivo, se ha avanzado poco en el desarrollo de currículos sobre reducción del riesgo en las facultades de ciencias sociales. Esta relativa falta de oportunidades educativas en el campo de las ciencias sociales contrasta con el rápido incremento, durante los últimos años, de tales perspectivas en el desarrollo conceptual y la práctica en el terreno.

Retos futuros

Pese a los logros alcanzados—la amplia gama de actividades promovidas en la subregión por gobiernos, entidades locales, ONG y agencias internacionales trabajando junto con un numero creciente de actores—persisten varios problemas que deben atenderse para permitir un avance mayor en la reducción de los desastres naturales.

Aún existen pocas opciones reales de educación profesional en el área de la gestión del riesgo y el desarrollo; sobre todo, de opciones interdisciplinarias en su enfoque o brinden capacitación en planificación estratégica.  Pese al rápido aumento de iniciativas de gestión del riesgo en la zona y al resultante incremento en la demanda de profesionales en este campo, queda mucho por hacer en el ámbito académico para capacitar a un número suficiente de expertos.  Esta es un área en que las organizaciones profesionales y el sector privado pueden estimular el desarrollo de nuevas oportunidades.

En el plano local, varios factores limitan la expansión de la gestión del riesgo. Irónicamente, la tendencia política hacia la descentralización, que también se aplica a las entidades oficiales de manejo de los desastres, puede limitar severamente las opciones para desarrollar políticas nacionales para el fomento local de prácticas de gestión del riesgo que puedan tener un impacto generalizado en todos estos países. También persisten necesidades insatisfechas en el establecimiento de sistemas de alerta temprana estandarizados, de aplicación amplia y bajo costo. Y pese a la considerable experiencia hasta la fecha en prácticas locales y metodologías prácticas de gestión del riesgo, se ha realizado un esfuerzo insuficiente por sistematizar esta información y facilitar el acceso a ella por parte de terceros.

El rápido incremento en el número y la gama de proyectos de gestión del riesgo en la zona no se ha visto acompañado por niveles adecuados de coordinación y comunicación nacional y regional.  El resultado ha sido que muchas organizaciones están haciendo cosas similares, a menudo sin tener conocimiento adecuado sobre actividades paralelas o complementarias.  Muchos proyectos con patrocinio internacional sufren de esta misma deficiencia. 

Sería ventajoso—y en el largo plazo, probablemente más económico—realizar mayores esfuerzos para que los organismos financieros y de ayuda internacional formularan sus proyectos propios tomando en cuenta la gestión del riesgo.  El efecto de demostración también serviría como un ejemplo positivo para las autoridades nacionales.


 

Cono Sur y Brasil

Actividades y logros

Aunque los países del Cono Sur—Argentina, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay—presentan diferencias geográficas y climatológicas, son comunes las inundaciones, los deslizamientos, las sequías, los incendios forestales y las amenazas tecnológicas producidas por el creciente desarrollo industrial. En el Pacífico existen también amenazas sísmicas y volcánicas compartidas por Chile y en menor grado Argentina. El Fenómeno de El Niño es un evento recurrente que afecta considerablemente la zona, aunque también produce efectos positivos que podrían aprovecharse.

Algunos países han reforzado sus planes y programas de emergencias a tal grado que incluso pueden prestar apoyo a los países vecinos. Ello refleja la capacidad y las fortalezas con que cuenta la zona para enfrentar los desastres, pese a no existir una organización regional al respecto.

En la educación superior se están creando carreras referentes a protección civil y manejo de desastres en general. Otros avances se han dado en la evaluación de las amenazas naturales, la elaboración de mapas de riesgo, y la producción de materiales bibliográficos y de consulta.

También ha mejorado la organización y planificación de los organismos encargados del manejo de los desastres. En la mayor parte de los países se observan esfuerzos permanentes y sistemáticos en procura  de nuevas estructuras jurídico-administrativas y políticas que permitan encarar con mayor eficacia, prontitud y coordinación la reducción de los desastres.

Se está dando más énfasis a las acciones de prevención y mitigación. Hay una mayor inversión en el reforzamiento de infraestructura. Se han logrado mejoras importantes en los sistemas de alerta temprana. La organización local para la prevención y mitigación se ha fortalecido, especialmente en campos como la capacitación, educación e información.

En Argentina, las inundaciones de 1998 motivaron el establecimiento de la Comisión Nacional de Recuperación de Zonas Afectadas por Emergencias Climáticas (CONAREC). El éxito de esta instancia indujo a la creación del Sistema Federal de Emergencias (SIFEM), concebido como un esquema de organización y enlace entre los organismos públicos nacionales, provinciales y municipales para prevenir los desastres y mejorar su gestión.

Para el funcionamiento y conducción del SIFEM se creó la Jefatura de Gabinete de Ministros de Emergencias (GADE), presidida por el Jefe del Gabinete de Ministros y conformada por los ministerios de Relaciones Internas y Externas, Defensa, Economía y Servicios, la Presidencia, la Secretaría de Recursos Naturales y Desarrollo Sustentable y la Subsecretaría de Ordenamiento Ambiental. Ello permite que se preste atención a la reducción de desastres no como un acto aislado, sino como parte de políticas y planes mucho más amplios en pos del desarrollo sostenible.

Un componente clave del SIFEM/GADE es la Dirección Nacional de Políticas de Seguridad y Protección Civil, parte de la Secretaría de Seguridad Interior del ministerio de Asuntos Internos. La Dirección está encargada de coordinar y ejecutar las acciones de prevención y respuesta requeridas para la protección civil de los ciudadanos ante catástrofes naturales y antrópicas. Una nueva ley se está redactando para incrementar la cobertura y los poderes de la Dirección. [10]

En el campo de la educación superior, la Universidad Nacional de Cuyo, en Mendoza, ofrece la carrera de postgrado en Prevención, Planificación y Manejo Integrado de Áreas propensas a Desastres..

En Brasil se cuenta con el Sistema Nacional de Defensa Civil (SINDEC), compuesto por varios organismos. Está a cargo de la Secretaría Nacional de Defensa Civil (SEDEC), parte del Ministerio de Integración Nacional. Es el órgano responsable de coordinar las acciones de defensa civil en todo el territorio nacional. Su objetivo es reducir los desastres por medio de actividades de prevención, preparación, respuesta y reconstrucción.

El trabajo multisectorial de Defensa Civil se fomenta en todos los niveles, con el fin de lograr un resultado multiplicador y potenciar la asistencia mutua. El órgano superior del SINDEC es el Consejo Nacional de Defensa Civil, constituido por Ministerios y Organismos de la Administración Pública Federal, designados por el Ministerio de Estado para la Integración Nacional. Al nivel regional, los organismos correspondientes forman la Coordinadora Regional de Defensa Civil (CORDEC). En el plano estatal se cuenta con la Coordinadora Estatal de Defensa Civil (CEDEC).  Al nivel municipal, se está fomentando la agrupación de los órganos de Defensa Civil en la Coordinadora Municipal de Defensa Civil (COMDEC) para atender inmediatamente los desastres ocurridos en cada municipio, reduciendo la pérdida de vidas y los daños materiales. [11]

En Chile, la Oficina Nacional de Emergencia del Ministerio del Interior (ONEMI) es el ente coordinador del Sistema Nacional de Protección Civil. Un organismo técnico del gobierno de Chile, su papel es implementar todas las acciones y políticas en materia de Protección Civil. [12]

Al nivel institucional y participativo, se fomentan alianzas interdisciplinarias y multisectoriales con organismos públicos y privados. Se ha desarrollado la metodología para un Programa de Participación Comunitaria en Gestión Local de Seguridad, mediante un proceso de microzonificación de riesgos y recursos para 100 comunidades del país.

Alternando con períodos de sequía, se dieron intensas precipitaciones e inundaciones en 1997 y 2000, provocando el anegamiento de viviendas e infraestructura. Estos daños y vulnerabilidades han sido objeto de evaluación para desarrollar un Plan Maestro de Evacuación y Drenaje de Aguas Lluvias para ciudades con más de 50.000 habitantes. También se cuenta con un Centro de Alerta Temprana (CAT) para monitorear en forma permanente aquellos fenómenos naturales o antrópicos que puedan provocar una emergencia.

En el campo educativo, se ha dictado la primera asignatura de especialización periodística en gestión de emergencias y desastres.  También se está estableciendo el Centro Nacional de Documentación en Protección Civil.

Desde 1993, Paraguay cuenta con el Comité de Emergencia Nacional (CEN), parte del Ministerio del Interior. El Ministro preside el Consejo del CEN, conformado por los diferentes ministerios del campo social, hacienda y servicios, así como por las Fuerzas Armadas, la Policía Nacional y entidades de socorro. A nivel Departamental y Distrital existen Comités de Emergencia.

Los mayores fenómenos naturales nocivos en Paraguay son las inundaciones. En 1997-98, se inundaron 60.000 Km2, golpeando a la agricultura, la ganadería y la infraestructura, y obligando a la evacuación de más de 15.000 familias. Con apoyo del Departamento de Asuntos Humanitarios (DHA) de las Naciones Unidas, el CEN y otras instituciones nacionales han recopilado la información existente desde el siglo XIX, han evaluado las amenazas más graves y han dibujado mapas de posibles inundaciones, permitiendo preparar un Plan de Contingencia para todo el país y proponer un Sistema Nacional de Prevención y Atención a Desastres. Con base en estos resultados, el país ha recibido créditos y aportes internacionales, entre ellos US$16 millones del Banco Mundial.

Uruguay es uno de los países de América del Sur con menor vulnerabilidad a desastres naturales y tecnológicos. Sin embargo, cuenta con el Sistema Nacional de Emergencias, el cual depende directamente de la Presidencia de la República.

Retos futuros

Actualmente se conocen mejor las amenazas naturales que afectan a la región, gracias a las redes de monitoreo e importantes estudios y evaluaciones de amenazas y vulnerabilidades. Se han tomado medidas de preparación y se cuenta con instrumentos legales y normativos. Sin embargo, sigue siendo difícil lograr un adecuado ordenamiento territorial que considere las amenazas naturales, sobre todo en zonas densamente pobladas.

Existe creciente preocupación por las emergencias de origen tecnológico y antrópico, lo cual destaca la necesidad de profundizar en el conocimiento sobre las vulnerabilidades relacionadas con los riesgos tecnológicos. Esto es especialmente relevante para los corredores comerciales y el transporte de materiales peligrosos.

Uno de los mayores desafíos, entonces, será el desarrollo de programas de investigación que puedan ayudar a reducir los posibles riesgos de origen natural o antrópico en el marco de una política de desarrollo sostenible. Ello constituirá la verdadera puesta a prueba de los organismos de gestión de los desastres y sus vínculos con las comunidades..

 

América del Norte

Actividades y logros

México

En los últimos dos decenios, según el Banco Mundial, México ha sufrido más de 80 desastres naturales, provocando la muerte de 10.000 personas y cerca de US$11,800 millones en daños.  Los esfuerzos de las autoridades de Defensa Civil se han concentrado en el monitoreo, la preparación y la respuesta. Un reciente estudio del Banco Mundial [13] reconoce que estos esfuerzos han sido cruciales para mitigar el efecto de los desastres, pero arguye que el núcleo de un programa de mitigación debe consistir en actividades más cercanas a la “fuente”, como mejoras en la ubicación, el diseño y la construcción de las estructuras, la infraestructura y los asentamientos.

México ha tomado algunos pasos importantes en esa dirección.  Se han establecido comités científicos asesores, se han logrado avances en la ingeniería, se ha reforzado a las escuelas para resistir los terremotos y se ha puesto en ejecución un programa de certificación de las instalaciones de salud que cumplen con las normas de preparación para los desastres.  Se está pasando de la respuesta a la reducción de los desastres, con el apoyo de entidades como la Comisión Económica de las Naciones Unidas para América Latina y el Caribe (CEPAL), el Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

Una muestra de esta tendencia fue el lanzamiento en 2001 del Plan Puebla-Panamá por parte del presidente Vicente Fox, en el contexto de su Plan Nacional de Desarrollo. La iniciativa busca acelerar la integración y el desarrollo de una región con 64 millones de habitantes y más de 970.000 kilómetros cuadrados, que incluye los siete países del istmo centroamericano y los estados mexicanos de Campeche, Chiapas, Guerrero, Oaxaca, Puebla, Quintana Roo, Tabasco, Veracruz y Yucatán. Uno de los objetivos principales del Plan es reducir la vulnerabilidad de la zona a los desastres naturales y llenar un viejo déficit de infraestructura que ha impedido a estos países sacar mejor provecho de su proximidad a grandes mercados foráneos. En particular, el Plan Puebla-Panamá incluye un proyecto de prevención y mitigación de los desastres naturales que mejorará la calidad de la información meteorológica e hidrológica en la región, cuyos numerosos huracanes, inundaciones, terremotos, tsunamis, erupciones volcánicas, deslizamientos de tierra, incendios forestales y sequías cobran miles de víctimas al año y provocan pérdidas económicas de cientos de miles de dólares.

En otro ejemplo de la creciente vinculación entre la reducción de los desastres y el desempeño financiero y económico, el Plan promoverá el desarrollo de un mercado de seguros contra catástrofes para cubrir infraestructura pública tal como las carreteras, los puentes, las escuelas y los hospitales. Se espera que este seguro reduzca la necesidad de recaudar fondos para reconstrucción, y que las primas sirvan como un incentivo para que los constructores edifiquen obras públicas más resistentes a los desastres naturales.

También se proveerá apoyo para organizar campañas de información pública con el fin de fomentar medidas para reducir la vulnerabilidad a las amenazas naturales, las cuales usualmente provocan mayores daños entre los pobres, y cuyo poder destructivo es a menudo incrementado por acciones humanas como la deforestación y los asentamientos en lugares de alto riesgo.

El gobierno mexicano, consciente de la vulnerabilidad del país a los desastres naturales, ha adoptado medidas para mitigar su impacto. Ha desarrollado programas de preparativos para desastres y defensa civil encabezados por la Secretaría de Gobernación y la de Medio Ambiente, Recursos Naturales y Pesca e implementados por medio del Sistema Nacional de Defensa Civil (SINAPROC). Estableció asimismo el Centro Nacional de Prevención de Desastres (CENAPRED), cuyo objetivo principal es “promover la aplicación de las tecnologías para la prevención y mitigación de desastres; impartir capacitación profesional y técnica sobre la materia, y difundir medidas de preparación y autoprotección entre la sociedad mexicana expuesta a la contingencia de un desastre.” La organización también coordina las actividades de monitoreo volcánico.

En 1998, la Estrategia Internacional de las Naciones Unidas para la Reducción de los Desastres, encargada de administrar el Premio Sasakawa para la Reducción de los Desastres,  otorgó un Certificado de Distinción al Dr. Roberto Meli, Director General de CENAPRED, en reconocimiento a las labores del Centro y su compromiso con la prevención y mitigación de los desastres.

La municipalidad de Tijuana participó en el programa RADIUS (Instrumentos de Evaluación y Diagnóstico de los Riesgos de Desastre Sísmico en las Zonas Urbanas) [14] , una iniciativa para evaluar el riesgo sísmico, preparar planes de gestión del riesgo con base en esas evaluaciones y, lo más importante, crear conciencia en el plano local sobre el riesgo sísmico y las medidas poco costosas para reducirlo. La municipalidad ha destinado fondos para realizar estudios de microzonificación cuyos resultados contribuirán a la planificación de la ciudad.  Además, el sector industrial de Tijuana pidió ayuda a la municipalidad para evaluar su riesgo sísmico y ofreció a cambio financiar esfuerzos por aumentar la seguridad sísmica de las escuelas de la zona.

Estados Unidos

La existencia de innumerables programas de prevención, preparación y respuesta para casi cualquier grupo imaginable—adultos mayores, pedíatras, ganaderos, dueños de mascotas, asociaciones vecinales—demuestra que la cultura de preparativos para las emergencias y los desastres ha conseguido arraigarse en Estados Unidos. [15]

Hace poco más de 10 años, en la medida en que existía una conciencia nacional de la necesidad de fomentar la prevención de los desastres, se concentraba en cuáles lecciones podían aprenderse de desastres naturales recientes como el huracán Hugo (49 muertes, US$9.000 millones en daños) o el terremoto de Loma Prieta, California (seis millones de afectados, daños por US$6.000 millones). [16] Otros desastres en el extranjero, como los terremotos de México D.F. en 1985 y de Armenia (entonces parte de la Unión Soviética) en 1988, también hicieron que los estadounidenses comenzaran a preocuparse por el valor de la planificación previa a los desastres—y no solo los naturales.  El accidente de 1986 en la planta nuclear de Chernobyl, en Ucrania, hizo ver las terribles consecuencias de una catástrofe tecnológica como la que casi había golpeado a los propios Estados Unidos unos 10 años atrás en la planta de Three Mile Island, Pennsylvania. 

Todo esto ha llevado a un incremento en la conciencia y la participación activa de la ciudadanía en la prevención de los desastres, conduciendo a una significativa reducción en la pérdida de vidas, infraestructura y activos, sobre todo desde la segunda mitad del Decenio Internacional para la Reducción de los Desastres Naturales.  

Cada uno de los estados cuenta con su propia oficina de servicios de emergencia, conocida por diversos nombres. Estas organizaciones están integradas en la Red de Funcionarios Estatales para la Mitigación de las Amenazas (NEMO) [17] y en la Asociación Nacional de Gestión de Emergencias (NEMA) [18] , que congrega a los directores estatales de las oficinas en cuestión.

En el plano nacional, el Presidente, el Congreso y las instituciones federales relevantes tienen la responsabilidad de fomentar la reducción de los desastres. El organismo más relevante es la Agencia Federal de Gestión de Emergencias (FEMA), cuya tarea es ayudar con los preparativos y la respuesta cuando el Presidente establece que una emergencia es de tal magnitud que demanda apoyo federal.  Es también el Presidente el que nombra al director de FEMA, quien no tiene necesariamente que ser un profesional en desastres.

Antes de 1993, las actividades de FEMA se concentraban sobre todo en la respuesta. Las labores de mitigación se limitaban casi exclusivamente a la prevención de inundaciones y correspondían al Programa Nacional de Seguros por Inundación, parte de la Administración Federal de Seguros (FIA) que era a su vez un departamento de FEMA.  No fue sino hasta la llegada a la dirección de FEMA ese año de James Lee Witt que se separó la función de mitigación de FIA y se creó, por primera vez en la historia de la agencia, una Dirección de Mitigación. A fines de 1993, el Congreso modificó la legislación sobre desastres para incrementar el financiamiento para las actividades de mitigación posteriores a los desastres. La disponibilidad de estos fondos incentivó los esfuerzos de mitigación en todo Estados Unidos. 

A fines de los años 90, con el liderazgo del Sr. Witt, FEMA desarrolló un programa conocido popularmente como el Proyecto Impacto, diseñado para cambiar la manera como se enfrentan los desastres en Estados Unidos—especialmente antes de que ocurran. Como parte del Proyecto, FEMA incorporó a otras agencias federales y de los estados, así como al sector privado, para ofrecer a las comunidades participantes capacitación y asistencia técnica con el fin de llevar las últimas tecnologías y prácticas de mitigación al plano local, ayudando a cada comunidad a realizar una evaluación del riesgo y fijar prioridades sobre cuáles iniciativas de mitigación resultarían más beneficiosas.  En pocos años más de 250 comunidades se habían aliado al Proyecto Impacto, además de 2.500 empresas en todo el país. (Poco después de que la actual administración asumió el poder, el nuevo directo de FEMA volvió a consolidar el programa de mitigación de la agencia y el programa de seguros por inundaciones en lo que se conoce ahora como la Administración Federal de Seguros y Mitigación, o FIMA.  También se recortaron los fondos para la continuación del Proyecto Impacto.)

En 2000, el Congreso aprobó la Ley de Mitigación de Desastres, que contempla la implementación de medidas de prevención y mitigación tira de laciprevn ntraban sobre todo en la respuesta. ribles consecuencias de un a prevn ones huque resulten efectivas en costos, mejoren la identificación y evaluación de las amenazas, promuevan la participación de las comunidades en la planificación preventiva y fomenten alianzas entre el sector público y el privado.

En parte debido a su orientación económica y política, en Estados Unidos el papel del sector corporativo en la reducción de los desastres se ha vuelto un factor importante.  Un desastre de orígen antropogénico anterior, la caída de gran parte de la red de telecomunicaciones de la empresa dominante AT&T, hizo que la comunidad empresarial comprendiera la importancia de estar preparada para enfrentar las consecuencias de un desastre sin perder su capacidad de seguir operando—lo que se llamó “continuidad en los negocios”. Los recursos financieros, tecnológicos y logísticos del sector privado lo convierten en un actor natural en el campo de la reducción de los desastres.  Algunos ejemplos son el Consejo Empresarial e Industrial para la Planificación y los Preparativos para Emergencias, la Alianza Empresarial para la Recuperación de los Desastres, la Alianza Pública-Privada 2000 y el Instituto para la Seguridad en la Empresa y el Hogar. [19]

También ha sido significativo el avance en la profesionalización de la gestión de los desastres y disciplinas académicas, científicas y administrativas conexas. Considerada en su momento como una actividad militar, la defensa civil ha evolucionado en la carrera del administrador de desastres, un profesional con una rigurosa formación multidisciplinaria.  Un sondeo realizado en 2000 por el Natural Hazards Observer y el Centro de Amenazas Naturales en Boulder, Colorado, identificó 29 programas de bachillerato y 42 programas de posgrado, en su mayoría ubicados en Estados Unidos, que brindan cursos de gestión de emergencias. [20]

Canadá

El 5 de febrero de 2001, el Primer Ministro canadiense, Jean Chrétien, anunció la creación de la Oficina de Preparativos para Emergencias y Protección de la Infraestructura Esencial (OCIPEP), [21] cuyo fin es concentrar los esfuerzos del gobierno federal por fomentar la protección civil y el funcionamiento ininterrumpido de la infraestructura “crítica”—la energía, las comunicaciones, el transporte, la seguridad, los servicios esenciales—que constituye la espina dorsal de la economía y el bienestar de Canadá.  Un ex-Ministro de Defensa Nacional, Art Eggleton, dirige la organización, que asumió todas las responsabilidades de la desaparecida Agenda de Preparativos de Emergencia de Canadá (EPC). La Oficina procura proteger las instalaciones claves, tanto físicas como virtuales, incluyendo el desarrollo y fomento de actividades para reducir la vulnerabilidad a diversos tipos de amenazas por medio de la creación de capacidad entre los individuos, las comunidades, las empresas y el sector público para manejar eficazmente el riesgo.

Aunque OCIPEP es una nueva entidad, los esfuerzos de preparación y planificación para emergencias tiene una larga historia.  La antigua EPC propició la adquisición de considerable experiencia en los preparativos, la respuesta y la recuperación ante los desastres.  Siempre ha habido esfuerzos a todo lo ancho del país por la mitigación de los desastres, incluyendo reglamentos de ordenamiento territorial y la construcción de componentes estructurales de protección como la serie de canales y sistemas de drenaje para reducir las inundaciones provocadas por el Río Rojo en Manitoba. [22]   Sin embargo, la mitigación era más bien implícita, sin que figurara claramente como el objetivo principal.  No fue sino hasta el Decenio Internacional para la Reducción de los Desastres Naturales que el clamor de diversos individuos y grupos por darle un énfasis explícito a la mitigación comenzó a rendir frutos. En 1998, la EPC y la Oficina de Seguros de Canadá copatrocinaron el Taller Nacional sobre Mitigación.  Sus participantes—funcionarios gubernamentales, representantes del sector privado, y académicos—concluyeron que una iniciativa nacional de mitigación sería un buen paso hacia el objetivo a largo plazo de reducir la vulnerabilidad a los desastres y las pérdidas que ocasionan. 

Estos objetivos se han visto reforzados por el Proyecto Canadiense de Evaluación de las Amenazas Naturales (CNHAP) [23] , cuyos integrantes—científicos, expertos y administradores de desastres—comenzaron a reunirse a inicios del 2000 para realizar una evaluación global de los riesgos existentes y las causas y consecuencias de las amenazas y los desastres naturales.  Las investigaciones realizadas como parte del Proyecto están comenzando a difundirse, y muchas más se darán a conocer en un número especial del Journal of Natural Hazards. [24] También se han realizado investigaciones interesantes en campos como los preparativos, la mitigación y la gestión del riesgo relacionado con el cambio climático.

En el marco de la creciente integración económica de los tres países de América del Norte, la EPC coordinó la producción del Mapa Norteamericano de Amenazas y Desastres Naturales [25] , producido por la National Geographic Society.  Este vasto proyecto contribuyó a iniciar un diálogo transfronterizo sobre la reducción de los desastres y el intercambio de experiencias entre expertos y organizaciones nacionales y locales de México, Estados Unidos y Canadá.

Retos futuros

En México aún queda mucho por hacer para reducir la vulnerabilidad a largo plazo a los desastres naturales.  El gobierno debe mejorar la educación sobre mitigación, crear incentivos y adoptar reglamentos que alienten a los individuos y las empresas a reducir los riesgos que enfrentan y fomentar una cultura de prevención. El enfoque regulador para estimular la mitigación en México demanda una revisión detallada de las leyes y los reglamentos sobre construcción y ordenamiento territorial, de modo que contribuyan eficazmente a la seguridad pública, incluyendo la del sector informal.

Deben desarrollarse programas activos de difusión, de educación profesional especializada y de educación pública—formal e informal—sobre la mitigación del riesgo, como los ya iniciados por CENAPRED.  Estos programas deben incluir la difusión de información sobre amenazas naturales, la inclusión de materiales sobre preparación y mitigación en los programas de primaria y secundaria, y el desarrollo de programas para comunidades de bajos ingresos.

Reconociendo que la mayoría de las decisiones sobre mitigación se dan en el plano comunitario, deben destinarse recursos a incrementar la autoridad y capacidad de gestión del riesgo y reducción de los desastres en el plano de estados y y nivel local.

Si bien es evidente que el campo de la reducción de los desastres refleja el grado de desarrollo económico y tecnológico de Estados Unidos, superior al de sus vecinos del Sur, ello no implica que no queden tareas por completar, ni que no se puedan dar retrocesos.

Los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 han tenido un impacto severo en la percepción pública—y política—de lo que constituye un desastre. Si se pidiera a un transeúnte cualquiera que definiera lo que significa las prevención de los desastres, probablemente hablaría de la necesidad de mejorar la seguridad en los aeropuertos, controlar la inmigración y aumentar la disponibilidad de antibióticos contra el ántrax. El riesgo aquí es que se pierda de vista—al menos hasta el próximo terremoto o huracán—la importancia de seguirle prestando atención a aquellas catástrofes que no tienen que ver con el terrorismo.

Considerando el consenso científico en torno al cambio climático provocado por las acciones humanas, Estados Unidos enfrenta además un reto considerable que no afectará solo a su población sino al planeta entero: la necesidad de asumir sus responsabilidades como el país que, con solo un 4% de la humanidad, emite casi el 25% del dióxido de carbono en el mundo. El actual énfasis en aumentar la extracción interna de combustibles fósiles y el uso de la energía nuclear ha hecho que los críticos se pregunten si no aumentará el riesgo de nuevos desastres ambientales.

En cuanto a Canadá, se trata de otra nación industrialmente desarrollada como Estados Unidos, lo cual presenta sus propios retos. Un estudio de 1999 para la EPC, el ministerio del Ambiente y la oficina de Seguridad de Canadá discute la vulnerabilidad de la sociedad canadiense conforme se torna más compleja, lo cual ha llevado a un aumento, año tras año, de los costos económicos y sociales de los desastres. Con base en las proyecciones demográficas, los autores concluyen que más y más canadienses vivirán en zonas con un nivel significativo de riesgo a las amenazas naturales. Arguyen que la necesidad de aplicar medidas efectivas para salvar vidas y proteger activos se vuelve más apremiante dadas las variaciones meteorológicas extremas a raíz del cambio climático.  Piden que se le dé una mayor prioridad nacional a las actividades de reducción de los desastres.  “Claramente,” dicen, “pese a los esfuerzos pasados, existe la necesidad de renovar y mejorar el marco para fijar metas nacionales a largo plazo y  establecer o mejorar las normas técnicas y un sistema de evaluación del progreso [realizado].” [26]

Informes multisectoriales e interdisciplinarios como éste sobre la gestión de emergencias y la mitigación de los desastres llevaron al gobierno canadiense, por medio del ministerio de Defensa Nacional, a anunciar el 26 de junio de 2001 que OCIPEP realizará consultas para desarrollar una Estrategia Nacional de Mitigación de Desastres (NDMS).  El reto consistirá, entonces, en la medida en que todos los actores logren ponerse de acuerdo sobre una estrategia que privilegie la sustentabilidad de tales esfuerzos y reduzcan la vulnerabilidad, hoy en ascenso. 

Al nivel de toda la subregión, está claro que los crecientes lazos comerciales y económicos entre Canadá, Estados Unidos y México, unidos y divididos a la vez por fronteras que suman los 12.000 kilómetros y un flujo creciente de inmigrantes legales e ilegales, exigen el desarrollo de políticas conjuntas para la reducción de los desastres.

Considerando, sin embargo, los esfuerzos por lograr un mercado común hemisférico, la búsqueda de tales políticas conjuntas probablemente tendría que ampliarse de Alaska a la Tierra del Fuego.

 

Conclusiones – tendencias actuales y retos para el futuro

Tendencias actuales

    • Se está dando un reconocimiento creciente de los beneficios sociales y económicos relacionados con las actividades de reducción del riesgo de los desastres a lo largo de las Américas, el cual se muestra en nuevas políticas, la asignación de oportunidades presupuestarias para tales actividades, y desarrollos conceptuales—pese a que existen variaciones en cuanto a los logros en su aplicación.
    • En la mayoría de los países de la zona hay una tendencia en aumento a dejar atrás los mecanismos exclusivamente de preparativos y respuesta a los desastres, favoreciendo más bien los enfoques multisectoriales y las reformas institucionales que también se concentran en medidas preventivas a largo plazo, incluyendo aspectos ambientales y de ordenamiento territorial.  En muchos casos, esto se ha visto acompañado por reformas legislativas y la integración de políticas que reflejan un enfoque más proactivo, así como la asignación multisectorial de responsabilidades.  Se está dando un énfasis creciente al fortalecimiento de las instituciones en el plano local y comunitario.
    • En el campo de la educación, crece cada vez más el número de universidades que ofrecen estudios de postgrado y maestrías en Gestión de Riesgos y Reducción de los Desastres.  En muchos países, además, se están realizando esfuerzos para incluir la reducción de los desastres en los programas escolares de diversos niveles.
    • En el sector salud, uno de los primeros en interiorizar la necesidad de la reducción de los desastres, gran parte de los proyectos de infraestructura hospitalaria y los programas de manejo de los sistemas de agua potable y saneamiento están incorporando los resultados de estudios de vulnerabilidad y mitigación. Además, muchos centros locales de salud desempeñan papeles de importancia en campos como la evaluación del riesgo y la elaboración y aplicación de planes locales para la gestión integral de los desastres.
    • Los mecanismos institucionales regionales o subregionales como CEPREDENAC, CDERA y PREANDINO/CAF han demostrado ser cruciales para fomentar un enfoque interdisciplinario y apoyar a los países miembros para emprender prácticas globales de reducción del riesgo y desarrollo institucional en este campo.

Retos para el futuro

Pese a los logros y la gama de actividades promovidas en todo el hemisferio a diferentes niveles, desde las agencias internacionales y los gobiernos a las organizaciones locales y ONG, trabajando en conjunto con un círculo creciente de actores, existen varios problemas que todavía deben resolverse para que pueda darse un avance mayor en la reducción del riesgo de los desastres.

 
    • Aún falta una mayor integración de políticas y una mayor concienciación entre los tomadores de decisiones de alto nivel en los gobiernos para asegurar que sus compromisos se vinculen al desarrollo sectorial y descentralizado, y para que se responda más eficazmente a las observaciones y sugerencias que emanan de las autoridades locales.
    • Si bien abundan las iniciativas técnicas, científicas y académicas en marcha relacionadas con diferentes aspectos de la reducción de amenazas, vulnerabilidades y riesgos, aún queda mucho espacio para que se dé una mayor colaboración entre éstos y una harmonización de estas diversas actividades.
    • Los tomadores de decisiones gubernamentales deben movilizarse e interesarse más en mantener vínculos con las organizaciones sectoriales y territoriales de desarrollo, particularmente en relación con la gestión y planificación del ordenamiento territorial.  Ello demandará el uso, más imaginativo que hasta la fecha, de argumentos políticos convincentes que favorezcan la reducción del riesgo. Debe prestarse especial atención a los miembros del gabinete económico de los gobiernos: los ministros de finanzas, comercio, etc.
    • Si bien los enfoques tradicionales de la gestión de los desastres y el socorro en caso de emergencias—principalmente la protección civil—seguirán siendo importantes, en el futuro podrían dejar de verse como el núcleo alrededor del cual se aglutinan los mecanismos de reducción del riesgo, sino más bien como una contribución a los enfoques intersectoriales (en finanzas, salud, agricultura, educación, etc.) que emanarán de ministerios coordinadores como los de Planificación, Ambiente, o Desarrollo Económico, o de niveles elevados de autoridad política como la Presidencia, la Oficina del Primer Ministro o el Gabinete.
    • Los países deben incorporar el tema de la reducción del riesgo de los desastres naturales en sus planes de desarrollo, programas y estrategias para garantizar que se dispone de los suficientes recursos humanos y financieros para conseguir que los compromisos actuales se logren sostener hasta que se alcancen los objetivos a más largo plazo.  Los preparativos para el Programa de Acción de Johannesburgo para el Desarrollo Sostenible, que concluirán en septiembre de 2002, pueden constituir una oportunidad valiosa para que las autoridades ambientales y de desarrollo nacionales se comprometan en forma concreta a impulsar la reducción de los desastres y el riesgo.
    • Aún queda mucho por hacer para fomentar la reducción de la vulnerabilidad y la incorporación de la evaluación de riesgos y las medidas de mitigación en todos los programas y proyectos de desarrollo, por ejemplo de infraestructura clave, en el plano nacional, bilateral y multilateral. Las principales instituciones financieras que actúan en la zona—el Banco Mundial, el BID, el BCD, la Corporación Andina de Fomento y el BCIE—han introducido importantes cambios en este sentido.  La colaboración y las alianzas entre ellos, así como con otras estrategias o convenciones internacionales relevantes como las de Cambio Climático, Desertificación, Biodiversidad, o la misma EIRD, aún puede estrecharse sustancialmente.  Si bien el advenimiento de un desastre puede ser el mejor promotor de tal integración, es nuestro deber pasar de las palabras a los hechos—es decir, a los cambios administrativos y de liderazgo requeridos para asegurar una colaboración.
    • Persiste el mayor y potencialmente más productivo de los retos: lograr una cultura de reducción del riesgo e incorporar los atributos profesionales necesarios en los currículos educativos, tanto para incrementar el número de profesionales activos en el campo como para sentar las bases para los cambios requeridos en los valores, las actitudes y la conducta de una generación a otra.  Conforme el mundo se vuelve más poblado y vulnerable, es probable que aumenten los desastres en el futuro.  Sin embargo, se pueden reducir las catástrofes sociales, ecológicas y económicas si actuamos ahora pensando por encima de todo en las generaciones futuras.

 

Cita de Kofi Annan:

Hay un claro incentivo financiero para la reducción y prevención de los desastres. En el decenio de 1960, los desastres naturales costaron cerca de US$52.000 millones en daños; en el de 1990, el costo ya había ascendido a US$479.000 millones.  Estrategias de prevención más eficaces no solo ahorrarían decenas de miles de millones de dólares, sino que salvarían decenas de miles de vidas. Los fondos gastados actualmente en las intervenciones y el socorro podrían destinarse más bien a promover un desarrollo más equitativo y sostenible, lo cual reduciría aún más el riesgo de la guerra y los desastres.

El construir una cultura de prevención no es fácil. Si bien los costos de la prevención deben pagarse en el presente, sus beneficios se hallan en un futuro distante.  Además, los beneficios no son tangibles: son los desastres que no ocurrieron.

--Kofi Annan, Secretario General de las Naciones Unidas

 

 

 

 

[2] Su dirección es www.crid.or.cr

[3] La OPS, la EIRD, la Comisión Nacional de Emergencias de Costa Rica, la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y la Media

Luna Roja (FICR), el CEPREDENAC y la oficina regional de emergencias de Médicos Sin Fronteras.

[5] Janet N. Abramovitz, Unnatural disasters, Worldwatch paper 158, octubre de 2001

[8] Para más información, visite el sitio Web de la OPS sobre desastres en América Central: www.disasterinfo.desastres.net/saludca/desastresCR

[9] Diseñado por LA RED de Estudios Sociales en Prevención de Desastres de Am érica Latina

[13] Kreimer, Alcira et. al., (1999) Managing Disaster Risk in Mexico , The World Bank, Washington .

[16] Reducing the Impacts of Natural Hazards: A Strategy for the Nation, informe de la Subcomisión sobre Reducción de Desastres Naturales

de la Comisión sobre Ciencias Ambientales y de la Tierra, mayo de 1992.

[20] Colleges, Universities, And Institutions, Offering Emergency Management Courses, Natural Hazards Center , University of Colorado ,

Boulder
, Colorado
, 4 de diciembre de 2000.

[22] International Joint Commission, Living with the Red: A Report to the Governments of Canada and The United States on Reducing Flood

Impacts in the Red River Basin, noviembre de 2000, ISBN: 1-894280-24-5.

[24] Para consultar algunas de las ponencias presentadas, visite http://www.iclr.org.

[25] Natural Hazards of North America Map, The National Geographic Society, Washington , DC ,  julio de 1998.

[26] James Bruce, P., Burton , Ian Egener e I.D. Mark, Disaster Mitigation and Preparedness in a Changing Climate: A synthesis paper

prepared for Emergency Preparedness Canada ,

Environment Canada, and the Insurance Bureau of Canada, octubre de 1999.